18 de enero de 2025
           
 

sinnombre

 
 

sinnombre. Es como quien le escribe llama a quienes se ha dado orden de romper y enterrar para siempre, de forma lenta y a capricho de a quien sea entregado en cada estadio del proceso. Se les retira el nombre como hecho público inicial, se les deshumaniza total y absolutamente, y se ofrecen al juego sádico como premio entre salvajes. Son cosas con menor consideración que cualquier cosa y se ofrecen para uso y como ensayo-error de técnicas para romper. En total impunidad y sin límite. Las líneas dependen del perfil de la víctima y de quien cubre el proceso, del motivo y de la capacidad de la víctima para aguantar. El eje usado es Servicios Sociales y tras la afirmación de sentencia vital se empieza o sigue por sintecho, psiquiátrico o cárcel. Y no vuelven.

Las líneas de impunidad y de mecanismos ilegales se toman de los que el sistema permite para las personas libres pero muy peligrosas, aquellos que sean juguetes rotos o no ya no responden a una vida mínima en sociedad.

Por eso cuesta tanto luchar contra la anulación de derechos en el ámbito social, por eso no se permiten inspecciones y por eso pedir un simple expediente se considera una amenaza que debe neutralizarse de inmediato y a cualquier precio. Porque los sinnombre cada vez son más, y cada día que pasa se convierte en todos.

Hacer ancho el corral es muy sencillo, también tan necesario como buscado por los autores. Se mezcla la necesidad de cubrir temas penales de quien entierra a inocentes con que cada vez haya más energúmenos antisociales, esos incapaces de ser personas, queriendo probar qué es el sadismo en impunidad total y absoluta.
Ante los nuevos también es sencillo. Los novatos del juego macabro, los aprendices obedientes del sádico que busca alumnos usables, los que con media manipulación encuentran justificado despojar de derechos a un tercero que ni conocen. Quieren parecerse a su mentor, la adoración a la maldad impune.
Y luego están los distraídos de la vida, eso donde el principal interés es que no acabemos todos muertos. Siempre hay alguien que explota en otros esa mezcla de aporofobia, paternalismos y falta de criterio que cree que el fin justifica los medios pero poquito, sólo para permitir cien inocentes tirados al pozo antes que libre uno de los peligrosos explícitos y descubiertos. La cuestión empieza ahí, esos libres y peligrosos son quienes manejan la impunidad. Los que están localizados sólo son la excusa para mantener abierto el carril por el que someter a los juguetes humanos. Que ya no lo son, porque el humano a quien se le retira el nombre deja de serlo.

Los sinnombre son las mujeres que se atreven a pedir divorcio para escapar de maltrato o los hijos que dicen basta, también los hijos o nietos que se usan para romper al sentenciado como sinnombre. Por algo los debates sobre menores tutelados nacionales no se permiten, porque sin el racismo y xenofobia maquillado a los MENA nadie puede esquivar las evidencias acreditadas del sistema de retirada de tutelas. Los sinnombre también son aquellos que sobran para agenciarse rápido una herencia, los que son pieza que impide destrozar, humillar y llenar de indignidad el nombre de una línea familiar de principios, los que se necesitan tutelados o en curatela para poder administrar sus bienes heredados o fruto de divorcios, los que tienen algún talento del que se quiere ser propiedad, las víctimas de delitos de posesión o los que simplemente molestan al capricho de cualquier psicópata o sociópata que tenga cierto número de teléfono. Ahora se le llama no colaborar.

Basta con que alguien tenga algo que otro quiera, o que otro no quiera que tenga. La dignidad, los derechos mínimos y la capacidad de decisión están entre los primeros de la lista. Porque son lo más poderoso del ser humano, ser y ejercer en lo lícito y constructivo. Y son precisamente lo que los energúmenos sociales no son capaces de tener, valorar ni conservar.

Sólo basta eso, un número de teléfono, y que otro quiera sumarse al manjar dantesco de aquellos que son libres pero muy peligrosos y además saben camuflarlo. Entre ellos no, que las redes clientelares funcionan por algo. Ninguno de esos se atreve a actuar solo.

Pongamos un ejemplo de qué va esto: si el robo de móviles tuviera su consideración jurídica real no podría esconderse que se quería robar ese y no cualquiera.
Pues hablamos de personas. Quizá para usted, pero no para quien las considera menos que cosas. Y a ese tipo de gente, la ley le molesta. Alguien con derechos puede defenderse.
El sistema, la estructura, ya está ahí. Sólo hay que usarlo y contarle al distraído de la vida exactamente lo que necesita para no hacerse preguntas.

Y usted, ¿tiene algo que otro quiera?